14.2.05

El País de No-Argentina

Soy una argentina viviendo en el País de No-Argentina.
En el País de No-Argentina uno percibe inmediatamente no sólo que no se está en Argentina; uno descubre que existe un País con la cualidad de ser el opuesto ontológico del nuestro.
En el País de No-Argentina se habla de Argentina como en ningún otro rincón del planeta, ya que es necesario describir permanentemente lo que por obligación moral uno nunca ha de ser.
En el País de No-Argentina se odia y aborrece a la Argentina, para poder con todas las fuerzas admirar a los argentinos.
En el País de No-Argentina todo el mundo se preocupa de cumplir las leyes y pagar los impuestos, por miedo a “que nos pase lo mismo que a los argentinos”.
En el País de No-Argentina se critica mucho a los argentinos, para saber claramente cuáles son las características de personalidad que la propia cultura no aporta al acervo personal, y que quien las quiera ostentar, las deberá cultivar en forma solitaria y clandestina.
En el País de No-Argentina se recibe muy bien a los argentinos, o al menos eso se intenta, ¡para eso se aprende diplomacia desde la cuna, para no ser tan ordinarios como los argentinos que dicen todo en la cara!
En el País de No-Argentina, quienes primero reciben el mejor puesto de trabajo son los argentinos. Así no habrá necesidad de buscar excusas en la conciencia cuando todos sientan odio por ellos, ya que la desigualdad de oportunidades en la elección da el derecho inapelable a los ciudadanos al aborrecimiento de esos seres extranjeros.
En el País de No-Argentina se consulta a los visitantes argentinos cómo resolver los problemas locales, para obtener esa mirada que por original y a-convencional, a nadie se le hubiera ocurrido. Esta es una muestra de cortesía que oculta la intención de tener a quién echarle la culpa cuando el intento no resulte satisfactorio.
En el País de No-Argentina nadie recibe bien el parecer de un argentino sobre el País, ya que se considera que el punto de comparación es desmedido.
En el País de No-Argentina, un argentino puede ser muy próspero y hasta feliz, mientras no se dé cuenta de este trasfondo en el funcionamiento social del País más diplomático del mundo, que le abrió las puertas cuando los dirigentes argentinos obligaron a miles de coterráneos a dispersarse buscando “la tierra de las vacas gordas”.
En todo caso, los argentinos nativos y por opción que elegimos radicarnos en el extranjero, también estamos usando al País de No-Argentina, para lograr brillar en medio de un entorno que sí reconoce la genialidad argentina como un don. Nosotros mismos, en nuestro propio país, nunca nos distinguiríamos del resto, porque todos somos igual de geniales, y no logramos verlo hasta que llegamos al País de No-Argentina.

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